Hoy hace cuatro años que decidí cambiar mi vida por completo
y empezar a dar mis propios pasos en este mundo.
Fue un cambio no poco esperado, más bien buscado.
Una parte de mi sabía que debía hacerlo
aunque me doliera en el alma dejar atrás a mis seres queridos.
En el fondo yo sabía lo que necesitaba para poder seguir creciendo como persona individual y como parte de la sociedad.
Este cambio me ha brindado maravillosos momentos, enriquecedoras experiencias y personas a las que nunca podría haberme topado en el camino si no fuera por la decisión que tomé.
Pero no me quiero mentir
no todo ha sido luz de amanecer.
En estos cuatro años he tenido que superar situaciones, ver cara a cara mis mayores temores y lo más difícil, superarme a mi misma.
Por mucho que hoy escriba aquí sentada con un sentimiento encontrado entre orgullo y tristeza, no voy a poder describir con palabras todos los altibajos que he vivido.
A día de hoy no me arrepiento de mi decisión aún siendo consciente de todas las cosas que me he perdido.
He podido conocerme a mi misma en ambos extremos: en situaciones de alta felicidad y en otras que mi yo del pasado no hubiese podido abordar. He crecido como persona, he madurado y ahora es cuando más claro tengo que es lo que quiero hacer en mi paseo por la vida.
Quiero y no quiero volver. Me aterroriza el llegar y ver que todos han seguido con sus vidas, vidas en las que yo ya no soy partícipe. Me horroriza que me depara el futuro y no poder controlar ni lo más mínimo de él.
Después de cuatro años, me vuelvo a ver luchando por lo que quiero y con los que quiero.
Todos tenemos un destino, un algo por el que existimos.